lunes, 23 de noviembre de 2015

Felipe V, el comienzo de una nueva dinastía (1º)

Felipe V de España, llamado «el Animoso» (Versalles, 19 de diciembre de 1683-Madrid, 9 de julio de 1746), fue rey de España desde el 16 de noviembre de 1700 hasta su muerte en 1746, con una breve interrupción (comprendida entre el 16 de enero y el 5 de septiembre de 1724) por causa de la abdicación en su hijo Luis I, prematuramente fallecido el 31 de agosto de 1724.
Fue el sucesor del último monarca de la casa de Austria, su tío-abuelo Carlos II, por lo que se convirtió en el primer rey de la casa de Borbón en España. Su reinado de 45 años y 3 días (como ya se ha señalado, en dos periodos separados) es el más prolongado en la historia de este país.

Carlos II, el Hechizado
Philippe de Bourbon, duque de Anjou, nació en Versalles como segundo de los hijos de Luis, Gran Delfín de Francia y de María Ana de Baviera. Por tanto, era nieto del rey francés Luis XIV y María Teresa de Austria, nacida infanta de España, y biznieto de Felipe IV de España, de la Casa de Austria.
Al no tratarse del primogénito, sus posibilidades de heredar el trono de Francia parecían escasas, al igual que las posibilidades de heredar el de España por su ascendencia española. Su abuela paterna María Teresa (hija de Felipe IV —de su primer matrimonio, con Isabel de Borbón— y por tanto medio hermana del rey Carlos II de España —nacido del segundo matrimonio de aquél, con Mariana de Austria—) había renunciado a sus derechos al trono español para poder casarse con el rey de Francia (que por otro lado era también primo hermano suyo, tanto por parte de padre como de madre). De hecho, Luis XIV y los demás reyes europeos ya habían pactado que el heredero del trono de España sería José Fernando de Baviera, ante la previsible muerte sin herederos de Carlos II. Este Primer Tratado de Partición de España, firmado en La Haya en 1698, adjudicaba a José Fernando todos los reinos peninsulares —salvo Guipúzcoa—, así como Cerdeña, los Países Bajos españoles y todos los territorios americanos. Por su parte Francia se quedaría con Guipúzcoa, Nápoles y Sicilia, mientras que Austria se quedaría con el Milanesado.

La muerte de José Fernando de Baviera en 1699 frustró dicha partición, con lo cual se negoció un nuevo Tratado de Partición —a espaldas de España— y de quien debería ser su rey, firmándose el Segundo Tratado de Partición en 1700. Este reconocía como heredero al archiduque Carlos, biznieto a su vez de Felipe III de España, asignándole todos los reinos peninsulares, los Países Bajos españoles y las Indias; por contra Nápoles, Sicilia y Toscana serían para el Delfín de Francia, mientras que el emperador Leopoldo, duque de Lorena, recibiría el Milanesado a cambio de ceder Lorena y Bar al Delfín de Francia. Pero si tanto Francia, como Holanda e Inglaterra estaban satisfechas con el acuerdo, el emperador no lo estaba y reclamaba la totalidad de la herencia española, ya que pensaba que el propio Carlos II nombraría heredero universal al archiduque. Sin embargo, Carlos II nombró heredero a su sobrino-nieto Felipe, con la esperanza de que Luis XIV evitara la división de su imperio, al ser rey de España su propio nieto. Poco después, el 1 de noviembre de 1700, moría Carlos II y Felipe de Borbón, duque de Anjou, aceptaba la Corona el 16 de noviembre.

Alcaraván.
En la época que transcurre la novela,
Felipe V ocupa el trono español.

La noticia de la muerte de Carlos II el 1 de noviembre en Madrid8 9 llegó a Versalles el 6 de noviembre. El 16 de noviembre de 1700, Luis XIV anunció en el tribunal español que aceptaba la voluntad de su primo, hermano y sobrino. A continuación presenta a su nieto, de diecisiete años, a la Corte con estas palabras: «Señores, he aquí el Rey de España». Entonces le dijo a su nieto: «Pórtate bien en España, que es tu primer deber ahora, pero recuerda que naciste en Francia, para mantener la unión entre nuestras dos naciones, es esta la manera de hacerlos felices y preservar la paz de Europa».
Tras esto, el Imperio español y todas las monarquías europeas —a excepción de la Casa de Austria— reconocieron al nuevo rey. Felipe V dejó Versalles el 4 de diciembre y entró en España por Irún el 22 de enero de 1701, haciendo su entrada triunfal en Madrid el 18 de febrero. Pero después de unos meses de reinado, los errores políticos se acumularon:

·         El 1 de febrero de 1701, el Parlamento de París conservó las cartas de derechos de Felipe V, preservando su derecho al trono de Francia.
·         En febrero de 1701, Luis XIV, a petición del Consejo de Regencia español, envió tropas francesas junto a las guarniciones españolas de los Países Bajos Españoles, en la frontera con las Provincias Unidas, instaladas de acuerdo a un tratado bilateral firmado con España en 1698.
·         Tras el fallecimiento en el exilio de Jacobo II de Inglaterra, en septiembre de 1701, Luis XIV reconoció como rey de Inglaterra y Escocia a su hijo Jacobo Estuardo, el viejo pretendiente, con gran indignación del rey Guillermo III de Inglaterra.
·         Los franceses se establecieron en los altos cargos en Madrid y decidieron la nueva forma de orientar la política española.

Aunque la mayoría de los países aceptaron al nuevo rey, el emperador Leopoldo se negó a hacerlo al considerar que el archiduque Carlos de Austria, su segundo hijo, tenía más derechos al trono. Poco después Luis XIV reconoció que los derechos sucesorios a la Corona de Francia de su nieto segundogénito, el nuevo rey de España, permanecían intactos. A pesar de que la posibilidad de que Felipe heredara el trono francés era remota, ya que el hijo de Luis XIV, el Gran Delfín, gozaba de una excelente salud, y el hijo de éste y hermano mayor de Felipe, estaba también en edad de reinar y casado, la perspectiva de una unión de las Coronas de España y Francia bajo la Casa de Borbón, pilotada desde la corte de Versalles, era temida por el resto de las potencias. Ante esta situación, Inglaterra-Escocia, las Provincias Unidas (ambos países bajo la autoridad de Guillermo III de Inglaterra, rey de Inglaterra y Escocia y estatúder de las Provincias Unidas), junto con los Habsburgo austríacos, firmaron en septiembre de 1701 el Tratado de La Haya. Previamente el rey francés había establecido una alianza formal con el elector de Baviera en el tratado de Versalles de marzo de 1701,10 y en septiembre de 1701 Luis XIV logró que Felipe V se casara con María Luisa Gabriela de Saboya, que se convertiría en su mayor apoyo en los difíciles momentos que pronto tendrían lugar; ya su hermano, el duque de Borgoña se había casado con la hermana de María Luisa, con lo que el matrimonio de las dos hermanas con dos hermanos iba dirigido a lograr una alianza con Saboya y a facilitar la entrada francesa en Italia.
Felipe V
En mayo de 1701 los ejércitos austriacos penetraron en Italia sin previa declaración de guerra con la intención de ocupar las posesiones españolas. En septiembre, el emperador, Inglaterra y los Países Bajos firmaron el Tratado de La Haya, estableciéndose una Alianza con la que oponerse a Francia y España. Finalmente, en mayo de 1702 esta «Gran Alianza» declaró la guerra a Francia y España, dando así comienzo formal a la Guerra de Sucesión Española.

Guerra de Sucesión Española (1701–1714)
La Guerra de Sucesión era un conflicto internacional, pero también un conflicto civil, pues mientras la Corona de Castilla y Navarra se mantenían fieles al candidato borbónico, la mayor parte de la Corona de Aragón prestó su apoyo al candidato austriaco. En el interior los combates fueron favorables a las tropas borbónicas, que tras la victoria de Almansa (1707) obtuvieron el control sobre Aragón y Valencia.
En 1713 el Archiduque Carlos fue elegido emperador de Alemania. Las potencias europeas, temerosas ahora del excesivo poder de los Habsburgo, retiraron sus tropas y firmaron ese mismo año el Tratado de Utrecht, en el que España perdía sus posesiones en Europa y conservaba los territorios metropolitanos (a excepción Gibraltar y Menorca, que pasaron a Gran Bretaña) y de ultramar. No obstante, Felipe fue reconocido como legítimo rey de España por todos los países, con excepción del archiduque Carlos, entonces ya emperador, que seguía reclamando para sí mismo el trono español.

Política interior
A pesar de las condiciones personales y de su enfermedad, que le sumía en intermitentes y largas demencias, supo elegir a sus ministros: desde los primeros gobiernos franceses, seguidos por el de Julio Alberoni y, tras la aventura del barón de Ripperdá, por los ministros españoles, entre los que destacó, por su programa de gobierno interior y por su acción diplomática, José Patiño. Actuaban desde las secretarías de Estado y de Despacho, el equivalente más cercano a los ministerios posteriores, que suplantaron a los consejos del régimen polisinodial de los Austrias, reservados para honores y consideraciones pero vaciados de poder, a excepción del Consejo de Castilla, creciente en sus atribuciones. Por ello, la oposición a los gobiernos de Felipe V provino siempre de los nobles relegados.
Durante su largo reinado consiguió cierta reconstrucción interior en lo que respecta a la Hacienda, al Ejército y a la Armada, prácticamente recreada por exigencias de la explotación racional de las Indias, y como medio inevitable para afrontar las rivalidades marítimas y coloniales de Inglaterra. El logro fundamental, no obstante, fue el de la centralización y unificación administrativa y la creación de un Estado moderno, sin las dificultades que supusieran antes los reinos históricos de la Corona de Aragón, incorporados al sistema fiscal y con sus fueros y derecho público (no así el privado) abolidos con la aplicación de los Decretos de Nueva Planta. Se gobernó España desde Madrid.

Los Decretos de Nueva Planta (Decreto de 1707 para Aragón y Valencia, de 1715 para Mallorca y de 1716 para Cataluña) impusieron el modelo jurídico, político y administrativo castellano en los territorios de la Corona de Aragón, que habían tendido, especialmente en Cataluña, a apoyar las pretensiones del candidato austriaco. Sólo las Provincias Vascongadas y Navarra, así como el Valle de Arán, conservaron sus fueros e instituciones forales tradicionales por su demostrada fidelidad al nuevo rey durante la Guerra de Sucesión Española. Así, el Estado se organizó en provincias gobernadas por un Capitán General y una audiencia, que se encargaron de la administración con total lealtad al gobierno de Madrid. Además, para la administración económica y financiera se establecieron las Intendencias provinciales, siguiendo el modelo francés, lo que conllevó la aparición de la figura de los intendentes.
Para el gobierno central se crearon las secretarías de Estado, antecesoras de los actuales ministerios, cuyos cargos eran ocupados por funcionarios nombrados por el rey. Se abolieron los Consejos de los territorios desaparecidos jurídica o físicamente de la Monarquía Católica (Consejos de Aragón, Italia y Flandes). Quedaron, pues, el de Navarra, el de Indias, el de la Inquisición, el de Órdenes (el único que ha pervivido hasta nuestros días), etc. De hecho, todo se concentró en el Consejo de Castilla. Asimismo se organizaron las Cortes de Castilla, en las que se integraron progresivamente representantes de los antiguos estados aragoneses. No obstante, el declive de las Cortes Castellanas continuó como en los siglos precedentes, con un papel meramente protocolario (como juras de los Príncipes de Asturias).

Felipe V se enfrentó a la ruinosa situación económica y financiera del Estado, luchando contra la corrupción y estableciendo nuevos impuestos para hacer más equitativa la carga fiscal. Fomentó la intervención del Estado en la economía, favoreciendo la agricultura y creando las llamadas manufacturas reales. Al final de su reinado los ingresos de la Hacienda se habían multiplicado y la economía había mejorado sustancialmente.
Siguiendo el ejemplo de su abuelo Luis XIV, quien consideraba la cultura y el arte como un medio para demostrar la grandeza real, Felipe V fomentó el desarrollo artístico y cultural. Ordenó la construcción del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, inspirado en el estilo francés cuyo modelo paradigmático era Versalles, al cual se retiraba para cazar y recuperarse de su depresión. Con todo, la influencia italiana en el arte cortesano del reinado es notoria, debida principalmente a la fuerte personalidad de la reina Isabel Farnesio. Felipe V adquirió para decorar la Granja importantes esculturas romanas de Cristina de Suecia. Su otro gran proyecto artístico fue el Palacio Real de Madrid, que ordenó construir tras el incendio del Alcázar de Madrid, que siempre le había disgustado. Durante su reinado se amplió y reformó notablemente el palacio de Aranjuez. Su reinado coincidió con la introducción en España del estilo rococó. Felipe V fue también el fundador de organismos culturales tan prestigiosos como la Real Academia Española y la Real Academia de la Historia, siguiendo el modelo francés.
Igualmente en el terreno del derecho dinástico Felipe V instauró en España los usos franceses. Así, tras un intento de introducir la Ley Sálica frustrado por la oposición de las Cortes, el 10 de mayo de 1713 promulgó un nuevo reglamento de sucesión, que constituyó la Ley de Sucesión Fundamental, en el que las mujeres sólo podrían heredar el trono de no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos), con lo que se pretendía bloquear el acceso de dinastías extranjeras al trono español.
Escudo de Felipe V

Como consecuencia de las necesidades de la guerra y siguiendo el modelo francés, Felipe V realizó una profunda remodelación del ejército, sustituyendo los antiguos tercios por un nuevo modelo militar basado en brigadas, regimientos, batallones, compañías y escuadrones. Se introdujeron novedades como los uniformes, los fusiles y la bayoneta, y se perfeccionó la artillería. Durante el reinado de Felipe V se inicia la reconstrucción de la armada española, construyéndose buques más modernos y nuevos astilleros y organizando las distintas flotillas y armadas en la Armada Española (1717). Esta política sería proseguida por sus hijos, y hasta finalizar el siglo el poder naval español siguió siendo uno de los más importantes del mundo.
Cabe destacar que, si bien Felipe V tenía un poder absoluto, nunca gobernó como tal. La enfermedad que padecía desde la adolescencia y que provocaba en el rey ataques transitorios de depresión (Isabel de Farnesio pretendió curar la melancolía del rey con el canto del castrato Farinelli) impidió que Felipe V pudiera cumplir regularmente con sus tareas de gobierno. Por ello, el verdadero poder lo ejercieron sus primeros ministros, algunos cortesanos como la princesa de los Ursinos, y posteriormente su segunda mujer, Isabel de Farnesio, con la que se había casado en 1714.






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