lunes, 30 de noviembre de 2015

Batalla de Austerlitz 1º


La batalla de Austerlitz, también conocida como la batalla de los Tres Emperadores, fue una de las mayores victorias de Napoleón y en ella el Primer Imperio francés aplastó definitivamente a la Tercera Coalición. El 2 de diciembre de 1805 (11 de Frimario del año XIV según el calendario republicano francés) un ejército francés comandado por el emperador Napoleón I derrotó decisivamente a un ejército ruso-austríaco bajo mando del Zar Alejandro I de Rusia y del emperador Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico tras casi nueve horas de difícil combate. La batalla tuvo lugar cerca de Austerlitz (Slavkov u Brna), a unos 10 km al sureste de Brno, en Moravia, entonces parte del Imperio austríaco y hoy en la República Checa. 
La batalla es recordada como una obra maestra táctica.


La victoria francesa en Austerlitz significó el final de la Tercera Coalición. El 26 de diciembre de 1805, Austria y Francia firmaron el Tratado de Presburgo, que significó la salida de Austria de la guerra, reforzando los anteriores tratados de Campo Formio y Lunéville, y obligando a los austríacos a ceder tierras a los aliados alemanes de Napoleón e imponiendo a los derrotados Habsburgo una indemnización de cuarenta millones de francos. A las tropas rusas se les permitió volver a su país. La victoria en Austerlitz también permitió la creación de la Confederación del Rin, una unión de estados alemanes que pretendía ser una zona de separación entre Francia y Europa Central. En 1806 el Sacro Imperio Romano Germánico dejó de existir cuando el emperador Francisco II mantuvo el de Francisco I de Austria como su único título oficial. Sin embargo, estos logros no aseguraron una paz duradera en el continente. La preocupación prusiana por la creciente influencia francesa en Europa Central desató la Guerra de la Cuarta Coalición en 1806.


Preámbulos

Europa había estado en crisis desde el inicio de las Guerras revolucionarias francesas en 1792. En 1797, tras cinco años de conflicto, la Primera República Francesa sometió a la Primera Coalición. Se formó una Segunda Coalición en 1798, que también resultó derrotada en 1801 y dejó a Gran Bretaña como el único oponente del Consulado francés. En marzo de 1802 Francia y el Reino Unido acordaron poner fin a las hostilidades con la Paz de Amiens, con la que por primera vez en diez años toda Europa estaba en paz. Sin embargo, persistieron numerosos problemas entre ambas partes que hicieron cada vez más difícil la implementación del tratado. El Gobierno británico estaba resentido por tener que entregar la mayoría de sus conquistas coloniales desde 1793 y Napoleón se enfureció porque los ingleses no habían evacuado sus tropas de la isla de Malta. La tensa situación no hizo sino empeorar cuando Napoleón envió una fuerza expedicionaria para aplastar la Revolución haitiana. En mayo de 1803 el Reino Unido le declaró la guerra a Francia.
En diciembre de 1804 un acuerdo anglo-sueco llevó a la creación de la Tercera Coalición. El primer ministro británico William Pitt empleó 1804 y 1805 en una intensa actividad diplomática orientada a formar una nueva coalición contra Francia y, en abril de 1805, Gran Bretaña y Rusia firmaron una alianza. Habiendo sido derrotados dos veces en tiempos recientes por Francia, Austria se unió a la coalición unos meses después en busca de venganza.



Ejército Imperial francés

Antes de la formación de la Tercera Coalición, Napoleón había reunido una fuerza de invasión llamada el Ejército de Inglaterra en seis campos alrededor de Boulogne, en el norte de Francia, con la intención de utilizarla para atacar las islas británicas. Aunque nunca pusieron pie en suelo inglés, las tropas de Napoleón recibieron una cuidadosa y muy valiosa formación para cualquier operación militar. A pesar de que el aburrimiento hizo mella en las tropas, Napoleón las visitó en varias ocasiones y realizó varias vistosas paradas militares para levantar su moral.
Los hombres de Boulogne formaron el núcleo de lo que Napoleón más tarde llamaría La Grande Armée. Al principio, este ejército francés contaba con unos 200 000 hombres organizados en siete cuerpos, que fueron grandes unidades de campo que contaban con entre 36 y 40 cañones cada uno y eran capaces de acciones independientes hasta que otros cuerpos acudieran a su rescate. Un solo cuerpo bien situado en una fuerte posición defensiva podía sobrevivir al menos un día sin apoyo, dando así a la Grande Armée un sinnúmero de opciones estratégicas y tácticas en cada campaña. Como corolario a estas fuerzas, Napoleón creó una reserva de caballería de 22 000 unidades organizada en dos divisiones de coraceros, cuatro de dragones montados, una de dragones desmontados y una de caballería ligera, todos con el apoyo de 24 piezas de artillería.7 Para 1805 la Grande Armée había aumentado hasta los 350 000 hombres, en general bien equipados, entrenados y dirigidos por oficiales competentes.


Ejército ruso

El ejército ruso en 1805 conservaba muchas características de la organización del Antiguo Régimen: no tenía formación permanente por encima del nivel de un regimiento, los oficiales de alto rango procedían en su mayoría de los círculos aristocráticos y las comisiones eran generalmente vendidas al mejor postor, independientemente de la competencia. El soldado ruso, en línea con la práctica del siglo XVIII, era regularmente maltratado y castigado «para inculcarle disciplina». Además, muchos oficiales de bajo rango estaban pobremente entrenados y tenían dificultades para lograr que sus hombres realizaran las maniobras a veces complejas requeridas en una batalla. Por el contrario, los rusos tenían una buena artillería a cargo de soldados que luchaban muy duro para evitar que sus piezas de artillería cayeran en manos del enemigo.
El sistema de suministro del ejército imperial ruso dependía de la población local y de sus aliados austríacos, que le proveían de hasta el setenta por ciento de sus necesidades. Sin un sistema de abastecimiento eficaz y organizado y sin extensas líneas de suministro los soldados rusos encontraron dificultades para mantenerse listos para el combate y con buena salud.


Ejército austríaco

El archiduque Carlos, hermano del emperador, había empezado a reformar el ejército austríaco en 1801 mediante la retirada de poder al Hofkriegsrat, el consejo militar y político responsable de la toma de decisiones en las fuerzas armadas de Austria. Carlos era el mejor comandante de campo de Austria, pero era impopular en la corte real y perdió mucha influencia cuando, en contra de su consejo, decidió ir a la guerra contra Francia. Karl Mack se convirtió en el nuevo comandante principal del ejército austríaco e introdujo reformas en la infantería en vísperas de la guerra que llevaron a que un regimiento estuviera compuesto por cuatro batallones de cuatro compañías, en lugar de los anteriores tres batallones de seis compañías. Este cambio súbito no se acompañó del correspondiente entrenamiento de oficiales, por lo que estas nuevas unidades no fueron tan bien dirigidas como lo podrían haber sido. La caballería austríaca era considerada la mejor de Europa, pero la disgregación de sus unidades entre varias formaciones de infantería redujo su efectividad contra sus agrupadas contrapartes francesas.


Movimientos preliminares

En agosto de 1805 Napoleón, emperador de los franceses desde diciembre del año anterior, volvió las miras de su ejército del canal de la Mancha al río Rin con el fin de hacer frente a las amenazas austríacas y rusas. El 25 de septiembre, después de una frenética y secreta marcha, 200 000 soldados franceses comenzaron a cruzar el Rin en un frente de 260 km. Mack había reunido la mayor parte de las tropas austríacas en la fortaleza de Ulm en Suabia (hoy en día el sur de Alemania). Napoleón movió sus fuerzas al norte y realizó un movimiento de rodeo que los puso a retaguardia de los austríacos. La maniobra fue bien ejecutada y el 20 de octubre Mack y 23 000 soldados austríacos se rindieron en Ulm, haciendo ascender la cifra total de prisioneros austríacos en la campaña a 60 000. A pesar de que esta espectacular victoria se vio ensombrecida por la derrota de la escuadra franco-española en la batalla de Trafalgar al día siguiente, los éxitos franceses en tierra continuaron con la caída de Viena en noviembre, donde fueron capturados 100 000 mosquetes, quinientos cañones y varios puentes intactos a lo largo del Danubio.

Mientras tanto, el retraso en la llegada de las tropas rusas les impidió auxiliar a las tropas de campo austríacas, por lo que estos se retiraron al noreste para esperar refuerzos y enlazar con las unidades austríacas supervivientes. El zar Alejandro I designó entonces al general Mijaíl Kutúzov como comandante en jefe de las tropas rusas y austríacas, quien llegó al campo de batalla el 9 de septiembre de 1805 para recoger información. Se puso rápidamente en contacto con el emperador austríaco y sus cortesanos para discutir los planes y las cuestiones logísticas. Bajo la presión de Kutúzov, los austríacos acordaron suministrar municiones y armas de una manera oportuna y suficiente. Kutúzov también observó deficiencias en el plan de defensa de Austria, que calificó de «muy dogmático». Además, se opuso a la anexión de las tierras recientemente caídas bajo control de Napoleón, porque esto haría que la población local desconfiara de los aliados. Sin embargo, muchas de las propuestas de Kutúzov fueron rechazadas.

Los franceses continuaron avanzando, pero pronto se encontraron en una posición poco envidiable: las intenciones prusianas eran desconocidas y podían ser hostiles, los ejércitos rusos y austríacos se habían unido y las líneas de comunicación francesas eran ya extremadamente largas y requerían de fuertes guarniciones para seguir abiertas. Napoleón se dio cuenta de que la única manera lógica de conseguir el éxito en Ulm era forzar a los aliados a combatir y derrotarlos. En el lado ruso, el comandante en jefe Kutúzov también se dio cuenta de ello, por lo que en lugar de aferrarse al plan suicida de defensa austríaco, decidió retirarse. Envió a Piotr Bagration con seiscientos hombres a contener a los franceses en Viena y dio instrucciones al ejército aliado para aceptar la propuesta de alto el fuego de Murat y así tener más tiempo para la retirada. Napoleón pronto se dio cuenta de los errores de Murat y le ordenó perseguirlos, pero para entonces los aliados ya se habían retirado a Olmutz. De acuerdo al plan de Kutúzov, los aliados se retirarían más, hasta la región de los Cárpatos y, según sus palabras, «en Galitzia, enterraré a los franceses»

Sin embargo, Napoleón no se quedó quieto. El emperador francés decidió montar una trampa psicológica con el fin de atraer a los aliados. Días antes de cualquier combate, Napoleón había dado la impresión a los aliados de que su ejército se encontraba en un estado débil y que deseaba una paz negociada. Sólo unos 53 000 soldados, incluidas las fuerzas de Soult, Lannes y Murat, tomarían posesión del camino de Austerlitz y Olmutz, atrayendo la atención del enemigo. Las fuerzas aliadas, con 89 000 hombres, parecerían ser muy superiores y podrían intentar el ataque. Sin embargo, los aliados no sabían que los refuerzos de Bernadotte, Mortier y Davout ya estaban a distancia de dar apoyo y podrían ser llamadas desde Iglau y Viena, respectivamente, aumentando las fuerzas francesas a 75 000 soldados y reduciendo la desigualdad numérica


La obra teatral

El plan de atracción no se detuvo ahí. El 25 de noviembre el general francés Savary fue enviado al cuartel general aliado en Olmutz con el fin de examinar en secreto la situación de las fuerzas aliadas y entregar un mensaje que expresaba el deseo de Napoleón de evitar una batalla. Como era de esperar, ello fue visto como un signo inequívoco de debilidad. Cuando Francisco I ofreció un armisticio el 27, Napoleón expresó un gran entusiasmo en la aceptación del mismo. El mismo día, Napoleón ordenó a Soult abandonar tanto Austerlitz como los Altos de Pratzen y también crear una imagen de caos durante la retirada, lo que haría que los aliados ocuparan los altos. Al día siguiente, 28 de noviembre, el emperador francés solicitó una entrevista personal con Alejandro I, tras lo que recibió la visita del ayudante más impetuoso del zar, el conde Dolgorouki. La reunión fue parte del engaño, pues Napoleón expresó intencionadamente ansiedad y duda a sus adversarios y Dolgorouki informó de todo al zar como una indicación adicional de la debilidad francesa.
El plan tuvo éxito. Muchos de los oficiales aliados, incluidos los ayudantes del zar y el jefe del estado mayor austríaco, Franz von Weyrother, apoyaron firmemente la idea de atacar inmediatamente y, aparentemente, influyeron en la opinión del zar. La idea de Kutúzov fue rechazada y las fuerzas aliadas cayeron en la trampa que Napoleón había creado.

Siguiente entrada… La batalla de Austerlitz.






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