lunes, 30 de noviembre de 2015

La batalla de Austerlitz 2º

Napoleón pudo reunir unos 72 000 hombres y 157 cañones para la inminente batalla, aunque cerca de 7000 soldados bajo mando de Davout estaban todavía muy lejos hacia el sur en dirección a Viena. Los aliados contaban con alrededor de 85 000 soldados, el setenta por ciento de ellos rusos, y 318 cañones. El ejército francés era inferior en número y al principio Napoleón no estaba seguro de su victoria. En una carta al Ministro de Asuntos Exteriores, Talleyrand, Napoleón le pidió que no le dijera nada a nadie de la próxima batalla, pues no quería molestar a la emperatriz Josefina. De acuerdo con Frederick C. Schneid, la principal preocupación de Napoleón no era la tranquilidad de Josefina, sino cómo explicarle una derrota del ejército francés.


El campo de batalla

La batalla tuvo lugar a unos diez kilómetros al sureste de la ciudad de Brno, entre esa ciudad y Austerlitz (en checo: Slavkov u Brna) en lo que hoy es la República Checa. La parte norte del campo de batalla estaba dominada por los 210 m de la colina Santon y los 260 m de la colina Zuran, ambas con vistas sobre el vital camino Olomouc/Brno, en dirección este-oeste. Al oeste de las dos colinas se encontraba el pueblo de Bellowitz (Bedřichovice), y entre ellos el arroyo Bosenitz (Roketnice) que corría al sur para enlazar con el arroyo Goldbach (Ricka), que fluye entre los pueblos de Kobelnitz (Kobylnice), Sokolnitz (Sokolnice) y Telnitz (Telnice). El centro de toda el área eran los Altos Pratzen (Prace), una colina de suave pendiente de unos once o doce metros de altura.

«Caballeros, examinad cuidadosamente este terreno, será un campo de batalla; ustedes jugarán un papel en él»
Napoleón


Planes y disposiciones de los aliados

Un consejo aliado se reunió el 1 de diciembre para discutir propuestas para la batalla. La mayoría de estrategas aliados tenía dos ideas fundamentales en mente: contactar con el enemigo y asegurar el flanco sur que mantenía la línea de comunicación a Viena. Aunque el zar y su entorno inmediato presionaron para una batalla, el emperador Francisco de Austria era más cauteloso y como se ha mencionado, era secundado por Kutúzov, el comandante en jefe de las tropas aliadas. Sin embargo, la presión para luchar de los nobles rusos y de los comandantes austríacos fue muy fuerte, por lo que los aliados adoptaron el plan del jefe del estado mayor austríaco Franz von Weyrother. Este planeó un ataque principal contra el flanco derecho francés, que los aliados pensaban más débil, y ataques de distracción contra su flanco izquierdo. Los aliados desplegaron la mayoría de sus tropas en cuatro columnas que atacarían la derecha francesa. La Guardia Imperial rusa se mantuvo en la reserva mientras las tropas rusas bajo mando de Piotr Bagration protegieron el flanco derecho de los aliados. Por otra parte, el zar Alejandro retiró bruscamente su autoridad al comandante en jefe Kutúzov y se la dio a Franz von Weyrother. En la batalla Kutúzov sólo pudo comandar el IV Cuerpo del ejército aliado, a pesar de que todavía era el comandante de jure porque el zar tenía miedo de asumir la responsabilidad en caso de que su plan fallase.
Escudo del primer  Imperio Francés


Planes y disposiciones de los franceses

Napoleón tenía la esperanza de que las fuerzas aliadas atacaran y, para forzarlos a ello, debilitó deliberadamente su propio flanco derecho. El 28 de noviembre Napoleón se reunió con sus mariscales en el Cuartel Imperial y estos le informaron de sus dudas sobre la inminente batalla. Incluso sugirieron una retirada, pero el emperador restó importancia a sus quejas.
El plan de Napoleón preveía que los aliados lanzaran numerosas tropas para envolver su flanco derecho con el fin de cortar la línea de comunicación francesa con Viena. Como resultado, los flancos centrales y derecho de los aliados quedarían más expuestos y serían más vulnerables. Con el fin de que así lo hicieran, Napoleón incluso abandonó la estratégica posición de los Altos Pratzen, fingiendo debilidad y nerviosismo. Mientras tanto, la fuerza principal de Napoleón se escondería frente a los Altos y, de acuerdo al plan, atacaría y recapturaría la loma para a continuación lanzar un ataque decisivo al centro de la línea aliada, paralizarla y rodearla por la retaguardia.

“Si la fuerza rusa abandona los Altos Pratzen para ir al flanco derecho, será derrotada sin duda.”
Napoleón


El empuje masivo a través del centro aliado fue conducido por los 16 000 hombres del IV Cuerpo del mariscal Soult. La posición de este cuerpo fue envuelta por una densa niebla durante los compases iniciales de la batalla; de hecho, el tiempo que duró esa niebla fue vital para el plan de Napoleón. Las tropas de Soult serían descubiertas si la niebla se disipaba muy pronto pero, si permanecía demasiado tiempo, Napoleón no podría saber si los aliados habían abandonado los Altos Pratzen y le impediría lanzar su ataque en el momento justo.
Mientras tanto, para dar soporte a su débil flanco derecho, Napoleón ordenó al III Cuerpo de Davout marchar desde Viena para unirse a los hombres del general Legrand, que ocupó el flanco del extremo sur pues iba a soportar la mayor parte del ataque aliado. Los soldados de Davout tenían 48 horas para recorrer 110 km. Su llegada fue crucial para el éxito del plan francés, pues la disposición de Napoleón en su flanco derecho era muy arriesgada por la debilidad de las tropas allí guarnecidas. Sin embargo, la razón por la que Napoleón pudo usar un plan arriesgado fue porque Davout, comandante del III Cuerpo, era uno de sus mejores mariscales, porque la posición de su flanco derecho estaba protegida por un complicado sistema de arroyos y lagos, y porque los franceses ya se habían establecido en una línea secundaria de retirada a través de Brunn (Brno). La Guardia Imperial y el I Cuerpo de Bernadotte se mantuvieron en la reserva mientras el V Cuerpo bajo mando de Jean Lannes guardaba el sector norte del campo de batalla, donde se encontraba la nueva línea de comunicación.
El 1 de diciembre las tropas francesas se habían desplazado de acuerdo con el movimiento de los aliados hacia el sur, tal como esperaba Napoleón.

Rusia

Comienzo de los combates

Las acciones de combate dieron comienzo sobre las ocho de la mañana del 2 de diciembre de 1805, cuando la primera columna aliada atacó la villa de Telnitz, defendida por el 3.er Regimiento de Línea. Este sector del campo de batalla fue escenario de numerosos combates en los momentos posteriores con varias cargas aliadas que expulsaron a los franceses de la localidad y los obligaron a retroceder a la otra orilla del arroyo Goldbach. Los primeros hombres de los cuerpos de Davout llegaron en ese momento e hicieron salir a los aliados de Telnitz, pero a continuación fueron atacados por húsares y nuevamente arrojados de la localidad. Otros ataques aliados en Telnitz fueron detenidos por la artillería francesa.
Las columnas aliadas comenzaron a embestir la derecha francesa, pero no a la velocidad deseada pues los franceses les pusieron freno con éxito. En realidad, los ataques de los aliados estaban equivocados y llegaban a destiempo: los destacamentos de caballería de Liechtenstein en el flanco izquierdo aliado tuvieron que ser colocados en el derecho y, en el traslado, se encontraron y retrasaron a parte de la segunda columna de infantería que avanzaba contra la derecha francesa. Los planificadores pensaron en ese momento que era un desastre, pero luego resultaría una ayuda. Mientras tanto, la vanguardia de la segunda columna estaba atacando el pueblo de Sokolnitz, defendida por el 26º Regimiento Ligero y tirailleurs, hostigadores franceses. Los asaltos aliados iniciales no tuvieron éxito y el general Langeron ordenó el bombardeo de la villa, lo que expulsó a los franceses. Al tiempo la tercera columna acometía el castillo de Sokolnitz. Los franceses contratacaron y retomaron el pueblo para ser expulsados de nuevo. Los combates en el sector cesaron temporalmente cuando la división de Louis Friant, parte del III Cuerpo, se hizo con la localidad. Sokolnitz fue quizá la más disputada del campo de batalla y cambió de manos varias veces a lo largo del día.
Mientras las tropas aliadas atacaban el flanco derecho de los franceses, el IV Cuerpo de Kutúzov se detuvo en los Altos Pratzen y se quedó allí. Al igual que Napoleón, Kutúzov se dio cuenta de la importancia de Pratzen y decidió proteger la posición, pero el zar no lo entendió así y expulsó al IV Cuerpo de los Altos, empujando al ejército aliado a su tumba.
 
Sacro Imperio
Sobre las 8:45 de la mañana, satisfecho por la debilidad del centro enemigo, Napoleón preguntó a Soult cuánto tiempo tardarían sus hombres en llegar a los Altos Pratzen, a lo que el mariscal respondió: «Menos de veinte minutos, sire». Aproximadamente un cuarto de hora después el emperador francés ordenó el ataque, añadiendo: «Un golpe fuerte y la guerra ha terminado».
Una densa niebla ayudó a cubrir el avance de la división de Saint-Hilaire, pero, a medida que ascendían, el legendario «Sol de Austerlitz» disipó la niebla y les infundió coraje. Los soldados y oficiales rusos que se encontraban en la parte superior quedaron sorprendidos al ver la cantidad de soldados enemigos que avanzaban hacia ellos. Tras una hora de lucha, la cuarta columna aliada quedó casi completamente destruida, aunque otros soldados de la segunda, en su mayoría austríacos sin experiencia, también participaron e igualaron fuerzas en la refriega contra una de las mejores fuerzas de combate del ejército francés, a la que expulsaron momentáneamente del alto. Sin embargo, presa de la desesperación, los hombres de Saint-Hilaire cargaron de nuevo a la bayoneta y ganaron la posición. Al norte, la división del general Vandamme atacó en un área llamada Staré Vinohrady («Viejos viñedos») y gracias a sus hábiles tirailleurs y sus mortales descargas de fusilería acabaron con varios batallones enemigos.
Despliegues aliado (rojo) y francés (azul) a las 18:00 horas del 1 de diciembre de 1805, el día anterior a la batalla.
La batalla se había vuelto claramente a favor del bando francés, pero estaba lejos de terminar. Napoleón ordenó al I Cuerpo de Bernadotte dar soporte a la izquierda de Vandamme y trasladó su propio centro de mando desde la colina Zuran a la capilla de San Antonio en los Altos Pratzen. La difícil situación de los aliados fue confirmada por su decisión de enviar a la Guardia Imperial rusa, bajo mando del Gran Duque Constantino, hermano del zar Alejandro, a contratacar en la sección del campo de Vandamme, forzando sangrientos combates y la única pérdida de una unidad francesa en la batalla, un batallón del 4º Regimiento de Línea. Previendo problemas, Napoleón ordenó avanzar a su guardia de caballería pesada, que aniquiló a sus contrapartes rusas pero no consiguió decantar la batalla por la gran cantidad de unidades montadas de ambos bandos implicadas en la lucha. Los rusos tenían ventaja numérica, pero la intervención de la división Drouet, segunda del I Cuerpo de Bernadotte, permitió a la caballería francesa buscar refugio tras sus líneas. La artillería a caballo de la guardia de Napoleón también causó numerosas bajas a la caballería y los fusileros rusos, que abortaron la acción y cayeron en gran número perseguidos durante casi medio kilómetro por la fortalecida caballería gala. Las víctimas rusas en Pratzen incluyeron a Kutúzov, gravemente herido, y a su hijastro Ferdinand von Tiesenhausen, muerto en combate.
Situación de la batalla a las 09:00 de la mañana del 2 de diciembre de 1805. Los ataques decisivos en el centro aliado de St. Hilaire y Vandamme dividieron al ejército enemigo en dos y dejaron a los franceses en una posición inmejorable para ganar la batalla.

Final

Mientras tanto, la parte norte del campo de batalla también era testigo de intensos combates. La caballería pesada del príncipe de Liechtenstein comenzó a asaltar a las fuerzas de caballería ligera francesa de Kellerman tras haber alcanzado su posición correcta en el campo. El combate comenzó favorable a los franceses, pero los efectivos de Kellerman se cubrieron tras la división de infantería del general Caffarelli una vez que quedó claro que el número de rusos era demasiado elevado. Los hombres de Caffarelli detuvieron los asaltos de los rusos y permitieron a Joaquín Murat enviar a la lucha a dos divisiones de coraceros, comandadas por d'Hautpoul y Nansouty, para acabar de forma definitiva con la caballería zarista. La refriega fue encarnizada y larga, pero se impusieron los franceses. Entonces Lannes lanzó su V Cuerpo contra los efectivos de Piotr Bagration y, tras duros combates, consiguió expulsar al experto comandante ruso del campo de batalla. Lannes quería perseguirlo, pero Murat, a cargo de ese sector, estuvo en contra de la idea.
La atención de Napoleón se desplazó entonces hacia el extremo sur del campo de batalla, donde sus tropas y los aliados continuaban luchando por Sokolnitz y Telnitz. En un doble ataque, la división de St. Hilaire y parte del III cuerpo de Davout arremetieron contra el enemigo en Sokolnitz y persuadieron a los comandantes de las dos columnas, los generales Kienmayer y Langeron, para huir rápidamente. Buxhowden, comandante ruso del ala izquierda de los aliados y hombre responsable de liderar el ataque, estaba completamente borracho y también emprendió la huida. Kienmayer cubrió su retirada con la caballería ligera de O'Reilly, quien además derrotó valientemente a cinco de los seis regimientos de caballería francesa antes de tener que retirarse también.

“Estaba… bajo un feroz y continuo fuego de artillería… Muchos soldados, inmersos en intensos combates desde las 7 de la mañana a las 4 de la tarde, se habían quedado sin munición. Yo no podía hacer otra cosa que retirarme…”
Teniente general Przhebishevsky

Entonces se apoderó del ejército aliado un pánico general y comenzó a abandonar el campo de batalla en todas las direcciones posibles. Durante esta retirada se produjo un famoso y terrible episodio: las fuerzas rusas derrotadas por los galos se retiraban al sur, hacia Viena, a través de los estanques helados Satschan. La artillería francesa los atacó y rompió el hielo, provocando que muchos hombres se ahogaran en las aguas heladas y se hundieran decenas de piezas de artillería. Las estimaciones de las fuentes sobre cuántos cañones fueron capturados en esta acción difieren, pues pueden ser desde 38 a más de 100, así como el número de bajas, que oscila entre 200 y más de 2000. Debido a que Napoleón exageró este incidente en su informe sobre la batalla y a que el zar lo aceptó tácitamente como excusa a tan catastrófica derrota, las cifras más comedidas deben acercarse más a la realidad. Muchos rusos ahogados fueron rescatados por los franceses. Sin embargo, las evidencias locales, hechas públicas mucho después, sugieren que el relato de Napoleón es totalmente ficticio, pues por instrucciones del emperador los lagos fueron drenados unos pocos días después de la batalla y sólo fueron encontrados los cuerpos de dos o tres hombres y unos 150 caballos.
 
Hacia las 14:00 el ejército aliado había sido peligrosamente separado. Napoleón tenía entonces la opción de atacar una de las alas, y eligió la izquierda ya que otros sectores habían sido ganados o estaban luchando para retirarse.
Resultados militares y políticos
Las bajas aliadas se situaron alrededor de 27 000 en un ejército de 73 000 hombres, un 37% de sus efectivos. Los franceses perdieron unos 9000 de una fuerza de 67 000, un 13%. Los aliados también perdieron 180 cañones y 50 estandartes. La gran victoria se recibió con asombro y delirio en París, pues pocos días antes la nación estaba al borde de un colapso financiero.

«He vencido al ejército austro-ruso comandado por dos emperadores. Estoy un poco cansado… Un abrazo.»
Napoleón  a Josefina


Francia y Austria firmaron una tregua el 4 de diciembre y firmaron el Tratado de Presburgo veintidós días después. Austria accedió a reconocer el territorio francés capturado por los tratados de Campo Formio (1797) y Lunéville (1801), ceder tierra a Baviera, Wurtemberg y Baden, que eran aliados alemanes de Napoleón, pagar cuarenta millones de francos en indemnizaciones de guerra y entregar Venecia al Reino de Italia. Fue un final duro para Austria, sin duda, pero no una paz catastrófica. Al ejército ruso se le permitió retirarse a su patria y los franceses acamparon en el sur de Alemania. El Sacro Imperio Romano desapareció en 1806. Napoleón creó la Confederación del Rin, compuesta por una serie de estados alemanes en la frontera entre Francia y Prusia. Prusia vio estos movimientos como una afrenta a su condición de principal potencia de Europa Central y emprendió la guerra contra Francia en 1806.
Austerlitz y la campaña previa alteraron profundamente la naturaleza de la política europea. En tres meses los franceses habían ocupado Viena, destrozado dos ejércitos y humillado al Imperio austríaco. Estos hechos contrastan con las rígidas estructuras de poder del siglo XVIII. Austerlitz sentó las bases para casi una década de dominación francesa del continente europeo, pero otro de sus efectos inminentes fue provocar la guerra con Prusia en 1806.


 «Somos bebés en las manos de un gigante».
Zar Alejandro



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Batalla de Austerlitz 1º


La batalla de Austerlitz, también conocida como la batalla de los Tres Emperadores, fue una de las mayores victorias de Napoleón y en ella el Primer Imperio francés aplastó definitivamente a la Tercera Coalición. El 2 de diciembre de 1805 (11 de Frimario del año XIV según el calendario republicano francés) un ejército francés comandado por el emperador Napoleón I derrotó decisivamente a un ejército ruso-austríaco bajo mando del Zar Alejandro I de Rusia y del emperador Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico tras casi nueve horas de difícil combate. La batalla tuvo lugar cerca de Austerlitz (Slavkov u Brna), a unos 10 km al sureste de Brno, en Moravia, entonces parte del Imperio austríaco y hoy en la República Checa. 
La batalla es recordada como una obra maestra táctica.


La victoria francesa en Austerlitz significó el final de la Tercera Coalición. El 26 de diciembre de 1805, Austria y Francia firmaron el Tratado de Presburgo, que significó la salida de Austria de la guerra, reforzando los anteriores tratados de Campo Formio y Lunéville, y obligando a los austríacos a ceder tierras a los aliados alemanes de Napoleón e imponiendo a los derrotados Habsburgo una indemnización de cuarenta millones de francos. A las tropas rusas se les permitió volver a su país. La victoria en Austerlitz también permitió la creación de la Confederación del Rin, una unión de estados alemanes que pretendía ser una zona de separación entre Francia y Europa Central. En 1806 el Sacro Imperio Romano Germánico dejó de existir cuando el emperador Francisco II mantuvo el de Francisco I de Austria como su único título oficial. Sin embargo, estos logros no aseguraron una paz duradera en el continente. La preocupación prusiana por la creciente influencia francesa en Europa Central desató la Guerra de la Cuarta Coalición en 1806.


Preámbulos

Europa había estado en crisis desde el inicio de las Guerras revolucionarias francesas en 1792. En 1797, tras cinco años de conflicto, la Primera República Francesa sometió a la Primera Coalición. Se formó una Segunda Coalición en 1798, que también resultó derrotada en 1801 y dejó a Gran Bretaña como el único oponente del Consulado francés. En marzo de 1802 Francia y el Reino Unido acordaron poner fin a las hostilidades con la Paz de Amiens, con la que por primera vez en diez años toda Europa estaba en paz. Sin embargo, persistieron numerosos problemas entre ambas partes que hicieron cada vez más difícil la implementación del tratado. El Gobierno británico estaba resentido por tener que entregar la mayoría de sus conquistas coloniales desde 1793 y Napoleón se enfureció porque los ingleses no habían evacuado sus tropas de la isla de Malta. La tensa situación no hizo sino empeorar cuando Napoleón envió una fuerza expedicionaria para aplastar la Revolución haitiana. En mayo de 1803 el Reino Unido le declaró la guerra a Francia.
En diciembre de 1804 un acuerdo anglo-sueco llevó a la creación de la Tercera Coalición. El primer ministro británico William Pitt empleó 1804 y 1805 en una intensa actividad diplomática orientada a formar una nueva coalición contra Francia y, en abril de 1805, Gran Bretaña y Rusia firmaron una alianza. Habiendo sido derrotados dos veces en tiempos recientes por Francia, Austria se unió a la coalición unos meses después en busca de venganza.



Ejército Imperial francés

Antes de la formación de la Tercera Coalición, Napoleón había reunido una fuerza de invasión llamada el Ejército de Inglaterra en seis campos alrededor de Boulogne, en el norte de Francia, con la intención de utilizarla para atacar las islas británicas. Aunque nunca pusieron pie en suelo inglés, las tropas de Napoleón recibieron una cuidadosa y muy valiosa formación para cualquier operación militar. A pesar de que el aburrimiento hizo mella en las tropas, Napoleón las visitó en varias ocasiones y realizó varias vistosas paradas militares para levantar su moral.
Los hombres de Boulogne formaron el núcleo de lo que Napoleón más tarde llamaría La Grande Armée. Al principio, este ejército francés contaba con unos 200 000 hombres organizados en siete cuerpos, que fueron grandes unidades de campo que contaban con entre 36 y 40 cañones cada uno y eran capaces de acciones independientes hasta que otros cuerpos acudieran a su rescate. Un solo cuerpo bien situado en una fuerte posición defensiva podía sobrevivir al menos un día sin apoyo, dando así a la Grande Armée un sinnúmero de opciones estratégicas y tácticas en cada campaña. Como corolario a estas fuerzas, Napoleón creó una reserva de caballería de 22 000 unidades organizada en dos divisiones de coraceros, cuatro de dragones montados, una de dragones desmontados y una de caballería ligera, todos con el apoyo de 24 piezas de artillería.7 Para 1805 la Grande Armée había aumentado hasta los 350 000 hombres, en general bien equipados, entrenados y dirigidos por oficiales competentes.


Ejército ruso

El ejército ruso en 1805 conservaba muchas características de la organización del Antiguo Régimen: no tenía formación permanente por encima del nivel de un regimiento, los oficiales de alto rango procedían en su mayoría de los círculos aristocráticos y las comisiones eran generalmente vendidas al mejor postor, independientemente de la competencia. El soldado ruso, en línea con la práctica del siglo XVIII, era regularmente maltratado y castigado «para inculcarle disciplina». Además, muchos oficiales de bajo rango estaban pobremente entrenados y tenían dificultades para lograr que sus hombres realizaran las maniobras a veces complejas requeridas en una batalla. Por el contrario, los rusos tenían una buena artillería a cargo de soldados que luchaban muy duro para evitar que sus piezas de artillería cayeran en manos del enemigo.
El sistema de suministro del ejército imperial ruso dependía de la población local y de sus aliados austríacos, que le proveían de hasta el setenta por ciento de sus necesidades. Sin un sistema de abastecimiento eficaz y organizado y sin extensas líneas de suministro los soldados rusos encontraron dificultades para mantenerse listos para el combate y con buena salud.


Ejército austríaco

El archiduque Carlos, hermano del emperador, había empezado a reformar el ejército austríaco en 1801 mediante la retirada de poder al Hofkriegsrat, el consejo militar y político responsable de la toma de decisiones en las fuerzas armadas de Austria. Carlos era el mejor comandante de campo de Austria, pero era impopular en la corte real y perdió mucha influencia cuando, en contra de su consejo, decidió ir a la guerra contra Francia. Karl Mack se convirtió en el nuevo comandante principal del ejército austríaco e introdujo reformas en la infantería en vísperas de la guerra que llevaron a que un regimiento estuviera compuesto por cuatro batallones de cuatro compañías, en lugar de los anteriores tres batallones de seis compañías. Este cambio súbito no se acompañó del correspondiente entrenamiento de oficiales, por lo que estas nuevas unidades no fueron tan bien dirigidas como lo podrían haber sido. La caballería austríaca era considerada la mejor de Europa, pero la disgregación de sus unidades entre varias formaciones de infantería redujo su efectividad contra sus agrupadas contrapartes francesas.


Movimientos preliminares

En agosto de 1805 Napoleón, emperador de los franceses desde diciembre del año anterior, volvió las miras de su ejército del canal de la Mancha al río Rin con el fin de hacer frente a las amenazas austríacas y rusas. El 25 de septiembre, después de una frenética y secreta marcha, 200 000 soldados franceses comenzaron a cruzar el Rin en un frente de 260 km. Mack había reunido la mayor parte de las tropas austríacas en la fortaleza de Ulm en Suabia (hoy en día el sur de Alemania). Napoleón movió sus fuerzas al norte y realizó un movimiento de rodeo que los puso a retaguardia de los austríacos. La maniobra fue bien ejecutada y el 20 de octubre Mack y 23 000 soldados austríacos se rindieron en Ulm, haciendo ascender la cifra total de prisioneros austríacos en la campaña a 60 000. A pesar de que esta espectacular victoria se vio ensombrecida por la derrota de la escuadra franco-española en la batalla de Trafalgar al día siguiente, los éxitos franceses en tierra continuaron con la caída de Viena en noviembre, donde fueron capturados 100 000 mosquetes, quinientos cañones y varios puentes intactos a lo largo del Danubio.

Mientras tanto, el retraso en la llegada de las tropas rusas les impidió auxiliar a las tropas de campo austríacas, por lo que estos se retiraron al noreste para esperar refuerzos y enlazar con las unidades austríacas supervivientes. El zar Alejandro I designó entonces al general Mijaíl Kutúzov como comandante en jefe de las tropas rusas y austríacas, quien llegó al campo de batalla el 9 de septiembre de 1805 para recoger información. Se puso rápidamente en contacto con el emperador austríaco y sus cortesanos para discutir los planes y las cuestiones logísticas. Bajo la presión de Kutúzov, los austríacos acordaron suministrar municiones y armas de una manera oportuna y suficiente. Kutúzov también observó deficiencias en el plan de defensa de Austria, que calificó de «muy dogmático». Además, se opuso a la anexión de las tierras recientemente caídas bajo control de Napoleón, porque esto haría que la población local desconfiara de los aliados. Sin embargo, muchas de las propuestas de Kutúzov fueron rechazadas.

Los franceses continuaron avanzando, pero pronto se encontraron en una posición poco envidiable: las intenciones prusianas eran desconocidas y podían ser hostiles, los ejércitos rusos y austríacos se habían unido y las líneas de comunicación francesas eran ya extremadamente largas y requerían de fuertes guarniciones para seguir abiertas. Napoleón se dio cuenta de que la única manera lógica de conseguir el éxito en Ulm era forzar a los aliados a combatir y derrotarlos. En el lado ruso, el comandante en jefe Kutúzov también se dio cuenta de ello, por lo que en lugar de aferrarse al plan suicida de defensa austríaco, decidió retirarse. Envió a Piotr Bagration con seiscientos hombres a contener a los franceses en Viena y dio instrucciones al ejército aliado para aceptar la propuesta de alto el fuego de Murat y así tener más tiempo para la retirada. Napoleón pronto se dio cuenta de los errores de Murat y le ordenó perseguirlos, pero para entonces los aliados ya se habían retirado a Olmutz. De acuerdo al plan de Kutúzov, los aliados se retirarían más, hasta la región de los Cárpatos y, según sus palabras, «en Galitzia, enterraré a los franceses»

Sin embargo, Napoleón no se quedó quieto. El emperador francés decidió montar una trampa psicológica con el fin de atraer a los aliados. Días antes de cualquier combate, Napoleón había dado la impresión a los aliados de que su ejército se encontraba en un estado débil y que deseaba una paz negociada. Sólo unos 53 000 soldados, incluidas las fuerzas de Soult, Lannes y Murat, tomarían posesión del camino de Austerlitz y Olmutz, atrayendo la atención del enemigo. Las fuerzas aliadas, con 89 000 hombres, parecerían ser muy superiores y podrían intentar el ataque. Sin embargo, los aliados no sabían que los refuerzos de Bernadotte, Mortier y Davout ya estaban a distancia de dar apoyo y podrían ser llamadas desde Iglau y Viena, respectivamente, aumentando las fuerzas francesas a 75 000 soldados y reduciendo la desigualdad numérica


La obra teatral

El plan de atracción no se detuvo ahí. El 25 de noviembre el general francés Savary fue enviado al cuartel general aliado en Olmutz con el fin de examinar en secreto la situación de las fuerzas aliadas y entregar un mensaje que expresaba el deseo de Napoleón de evitar una batalla. Como era de esperar, ello fue visto como un signo inequívoco de debilidad. Cuando Francisco I ofreció un armisticio el 27, Napoleón expresó un gran entusiasmo en la aceptación del mismo. El mismo día, Napoleón ordenó a Soult abandonar tanto Austerlitz como los Altos de Pratzen y también crear una imagen de caos durante la retirada, lo que haría que los aliados ocuparan los altos. Al día siguiente, 28 de noviembre, el emperador francés solicitó una entrevista personal con Alejandro I, tras lo que recibió la visita del ayudante más impetuoso del zar, el conde Dolgorouki. La reunión fue parte del engaño, pues Napoleón expresó intencionadamente ansiedad y duda a sus adversarios y Dolgorouki informó de todo al zar como una indicación adicional de la debilidad francesa.
El plan tuvo éxito. Muchos de los oficiales aliados, incluidos los ayudantes del zar y el jefe del estado mayor austríaco, Franz von Weyrother, apoyaron firmemente la idea de atacar inmediatamente y, aparentemente, influyeron en la opinión del zar. La idea de Kutúzov fue rechazada y las fuerzas aliadas cayeron en la trampa que Napoleón había creado.

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viernes, 27 de noviembre de 2015

Fernando de Magallanes

Efemérides. 27 de noviembre de 1520, en el extremo sur de América, Fernando de Magallanes cruza el estrecho que lleva su nombre.


Fernando de Magallanes, también conocido como Hernando de Magallanes, fue un militar, marino y navegante portugués de linaje noble, nombrado por la Monarquía Hispánica adelantado, capitán general de la «Armada para el descubrimiento de la especería» y caballero de la Orden de Santiago y comendador en la misma.
Al servicio de Carlos I, descubrió el canal natural navegable que hoy recibe el nombre de estrecho de Magallanes, siendo el primer europeo en pasar navegando desde el océano Atlántico hacia el océano Pacífico, hasta entonces denominado mar del Sur. Inició la expedición que, capitaneada a su muerte por Juan Sebastián Elcano, lograría hacer la primera circunnavegación de la Tierra en 1522.


Primeros viajes

En marzo de 1505, con 25 años, se alistó en la Armada de la India, en la flota de 22 navíos enviados para instalar a Francisco de Almeida como primer Virrey de la India. Aunque su nombre no aparezca en las crónicas, se sabe que permaneció allí ocho años y que estuvo en Goa, Cochin y Quíloa. Participó en varias acciones militares, incluyendo la batalla naval de Cannanore (frente a la actual ciudad portuaria de Kannur, Kerala) donde fue herido, y en la decisiva batalla de Diu. En 1509 partió en la primera expedición a Malaca mandada Diogo Lopes de Sequeira, junto con Francisco Serrão, su amigo y posiblemente primo. Llegados a Malaca en septiembre, fueron víctimas de una conspiración y la expedición terminó en fuga dejando atrás diecinueve prisioneros. Magallanes tuvo un papel crucial avisando a Sequeira y salvando a Serrão que había desembarcado, actos que le valieron honores y una promoción.
Al servicio del nuevo gobernador, Alfonso de Albuquerque, participó junto con Serrão en la conquista de Malaca en 1511. Luego de la conquista de la ciudad, los caminos de los amigos se separaron: Magallanes, promovido, con un rico botín y en compañía de un esclavo adquirido en Sumatra, Enrique de Malaca, regresó a Europa. Serrão partió en la primera expedición enviada a las "Islas de la Especiería", las Molucas. Allí permaneció y se casó con una mujer de Amboina, volviéndose consejero militar del sultán de Ternate. Sus cartas a Magallanes serían decisivas, pues de ellas obtuvo informaciones sobre la situación de los lugares productores de especias. Mientras tanto Magallanes, después de participar en la batalla de Azamor (Marruecos), ya de servicio en esa ciudad, fue acusado de comerciar ilegalmente con los moros; al comprobarse varias de las acusaciones cesaron las ofertas de empleo a partir del 15 de mayo de 1514. Posteriormente, en 1515, le ofrecieron formar parte de la tripulación de un navío portugués, pero rechazó la oferta. De regreso en Lisboa, se dedicó a estudiar las cartas más recientes, investigando junto al cosmógrafo Rui Faleiro un pasaje hacia el Pacífico por el Atlántico Sur y la posibilidad de que las Molucas estuviesen en la zona española definida en el Tratado de Tordesillas.



Preparativos de la expedición

En 1517 fue a Sevilla con Rui Faleiro, y encontró en Juan de Aranda, el factor de la "Casa de Contratación" sevillana, un aliado importante para el proyecto que había concebido: dar a España la posibilidad de llegar a las Molucas por Occidente, sin atravesar mares reservados a los portugueses por el Tratado de Tordesillas y, además de eso, según Faleiro, probar que las "Islas de la Especiería" se encontraban en el hemisferio castellano. Con la influencia de Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, consiguieron la aprobación del rey Carlos I. El 22 de marzo de 1518 Carlos I nombra capitanes a Magallanes y Faleiro para que partan a la búsqueda de las Islas de la Especiería, y en julio los eleva al grado de comendadores de la Orden de Santiago y les otorga un conjunto de privilegios:

·        El monopolio de la ruta descubierta por el término de diez años
·        El nombramiento como gobernadores de las tierras e islas que encontrasen, con el cinco por ciento de las ganancias netas que resultasen
·        Un vigésimo de las ganancias del viaje
·        El derecho a retener mil ducados sobre los próximos viajes, pagando solo cinco por ciento sobre el excedente
·        La concesión de una isla a cada uno, excepto de las seis más ricas de las cuales no recibirían más que una decimoquinta parte.
·         
Nao Victoria
Comenzaron los lentos preparativos para el viaje, que estuvieron plagados de incidentes: insuficiencia de fondos, maniobras del rey de Portugal que procuraba hacerlos encarcelar, desconfianza de los castellanos hacia Magallanes y los otros portugueses involucrados, sin olvidar el difícil carácter de Faleiro. Por intermedio del obispo de Burgos, obtienen la participación del mercader Cristóbal de Haro que suministra una parte de los fondos y las mercaderías para trocar por especias. El cartógrafo portugués Diogo Ribeiro, al servicio de la Casa de Contratación desde 1518, participó en el desarrollo de los mapas utilizados en el viaje.
Después de romper con Faleiro, Magallanes continuó aparejando las naves que habrían de partir de Sanlúcar de Barrameda. La tripulación se componía de marinos de muy distintos orígenes, con un importante número de portugueses y vascos. Entre los primeros, alrededor de cuarenta, se contaban Álvaro de Mesquita, primo hermano de Magallanes, Duarte Barbosa, primo de la esposa de Magallanes, João Serrão, primo o hermano de Francisco Serrão y Estevão Gomes. Acompañaba también a Magallanes su esclavo Enrique de Malaca.

Antonio Pigafetta, cronista y geógrafo de la República de Venecia, que participó de la expedición a sus propias expensas, escribió un diario completo del viaje, posibilitado por el hecho de haber sido uno de los pocos viajeros en retornar vivo a Europa. De esa forma, legó a la posteridad un raro e importante registro de donde se puede extraer mucho de lo que se sabe de este episodio de la historia.
El 10 de agosto de 1519 se anunció en Sevilla la partida de la escuadra de cinco naves, capitaneada por Fernando de Magallanes que, descendiendo por el Guadalquivir, llegó hasta Sanlúcar de Barrameda, puerto que da al océano Atlántico.7 Durante las siguientes semanas, se acabó de avituallar la escuadra y se resolvieron otros asuntos, mientras el propio Magallanes otorgó testamento en Sevilla el 24 de agosto.


Inicio del viaje

La expedición parte de Sevilla el 10 de agosto de 1519. Tras una prolongada escala de avituallamiento, el 20 de septiembre la expedición zarpó definitivamente de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), con la intención de encontrar el paso marítimo hacia los territorios de las Indias Orientales y buscar el camino que recorriendo siempre mares castellanos (según el Tratado de Tordesillas), llegase a las islas de las Especias, lo que era la llamada ruta hacia el oeste, que ya había buscado Cristóbal Colón.
Cruce del Atlántico
Después de recalar en las Canarias, pasaron frente a las islas de Cabo Verde y a las costas de Sierra Leona, tocando las tierras de lo que hoy es Río de Janeiro el 13 de diciembre. Siguieron hacia el sur, pasando por el Río de la Plata (ya descubierto por Juan Díaz de Solís en 1516), en marzo de 1520, y llegaron a la bahía San Julián, que exploraron en busca de un posible paso. Magallanes, en vista de la llegada del invierno, decidió recalar allí hasta la primavera.


Rebeliones durante el invierno y llegada al Pacífico

El deseo de regresar en lo que se consideraba un fracaso por no haber hallado el paso hacia Las Molucas, unido a lo inhóspito del paraje y las condiciones de navegación provocaron descontento entre la tripulación.
Apenas fondearon en el Puerto San Julián, cuando los capitanes de las otras cuatro naves tramaron un motín para matar al comandante en jefe. Los conspiradores eran: Juan de Cartagena, veedor; Luís de Mendoza, tesorero; Antonio Coca, contador; Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción. Descubierto el complot, se descuartizó al primero, apuñaló al segundo y se perdonó la vida a Gaspar de Quesada por haber sido nombrado capitán por el Emperador en persona. Fue abandonado en tierra patagona junto a cierto sacerdote traidor. El piloto Esteban Gómez huido con la nave San Antonio, recaló en San Julián y les recogería a bordo a su regreso a España.
Llegados a la boca del que sería el estrecho de Magallanes, se ordenó a las naves Concepción y San Antonio cruzar el canal. La nave San Antonio, con Esteban Gómez, se adelantó para desandar el camino por la noche y regresar a España, recalando antes en el Puerto San Julián donde recogería a Gaspar de Quesada. La nave Concepción al mando del capitán Juan Serrano atraviesa el canal y espera en vano a la nave San Antonio. Cruzarlo fue muy difícil, dado lo complicado de las costas. Una vez terminadas estas minuciosas etapas consiguieron salir del «laberinto» hacia el mar del Sur.

La fortuna hizo que la travesía por el océano Pacífico, al que se bautiza con tal nombre (que permanecería, haciendo olvidar el anterior de Mar del Sur) debido a la calma, a que no se encontrara con ninguna tempestad. Por contra, la desventura de no hallar tierra firme hasta al cabo de tres meses, cuando arribaron a la Isla de los Ladrones (probablemente la actual Isla de Guam) en el archipiélago de las Islas Marianas. La hambruna y el escorbuto azotaron a su tripulación, hasta el punto de que se pagaban cuantiosas monedas por una simple rata para devorar. El agua se pudrió, apareció el escorbuto y los hombres comían incluso cuero reblandecido y serrín.
Por fin el 6 de marzo de 1521 encontró una isla en la que los navegantes aprovecharon para descansar y recoger víveres. Pronto acudirían a aquella isla numerosos indígenas con regalos para estos nuevos «visitantes».

En las Molucas, Magallanes y los suyos descubrieron que habían llegado al Extremo Oriente, cumpliendo el proyecto de Cristóbal Colón.
Magallanes pereció en la llamada Batalla de Mactán con una tribu cebuana encabezada por el jefe tribal Lapu-Lapu, en la isla filipina de Mactán. Consiguieron instalar un almacén en Borneo, donde entablaron buenas relaciones con los indígenas. Sin medios y con una sola nave, capitaneada por Elcano, emprendieron el regreso por mares lusos, el camino más conocido, con tierras donde aprovisionarse, e intentando esquivar puertos y flotas portuguesas. La expedición llegó sólo con la Victoria de regreso a Sevilla en septiembre de 1522, al cabo de casi tres años de travesía. En total, 216 hombres perecieron durante el viaje, y sólo 18, entre ellos Elcano, pudieron sobrevivir. Otros cuatro hombres de los 55 de la tripulación original de la Trinidad, que había emprendido una ruta de regreso distinta desde las Filipinas y fue capturada por los portugueses, regresaron finalmente a España en 1525.

Viaje de regreso, capitaneado por Elcano

Tras la muerte de Magallanes en Filipinas, en 1521, fue elegido jefe de la expedición Gonzalo Gómez de Espinosa y al frente de la nave Victoria, se puso de capitán Juan Sebastián Elcano. Tras arribar a las islas Molucas, objeto del viaje, se emprendió el regreso a España.
La Trinidad navegaba mal y hubo de quedarse en el puerto de Tidore para ser reparada y volver por el Pacífico hasta Panamá. Elcano tomó finalmente el mando de la expedición de regreso, eligiendo navegar por los mares portugueses hacia el oeste, bordeando África por rutas conocidas y con posibilidades de hacer aguadas.


Llegada a España

Tras atravesar el océano Índico y dar la vuelta a África, Elcano completó la primera circunnavegación del globo, consiguiendo llevar a término la expedición y llegar al puerto de partida, Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522 en la nao Victoria, junto con otros 17 supervivientes, lo que suponía el logro de una imponente hazaña para la época. Finalmente, el 8 de septiembre, fue descargada en Sevilla la única nave que había logrado regresar con vida.


“Gracias a la Providencia, el sábado 6 de septiembre de 1522 entramos en la bahía de San Lúcar... Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero,.....El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería”
Primer viaje alrededor del globo. Antonio Pigafetta.



Los 18 sobrevivientes de la Victoria que llegaron a Sevilla en 1522
Nombre
Puesto
Juan Sebastián Elcano, de Guetaria
Maestre
Francisco Albo, de Axio Quíos, Grecia
Piloto
Piloto
Juan de Acurio, de Bermeo
Piloto
Supernumerario
Martín de Judicibus, de Génova
Jefe de embarcación
Hernando de Bustamante, de Mérida
Marinero
Nicholas el Griego, de Nauplia
Marinero
Miguel Sánchez, de Rodas (Tuy, Pontevedra)
Marinero
Antonio Hernández Colmenero, de Huelva
Marinero
Francisco Rodrigues, portugués de Sevilla
Marinero
Juan Rodríguez, de Huelva
Marinero
Diego Carmena
Marinero
Hans de Aquisgrán
Artillero
Juan de Arratia, de Bilbao
Marinero
Vasco Gómez Gallego el Portugués, de Bayona
Marinero
Juan de Santander, de Cueto (Cantabria)
Grumete
Juan de Zubileta, de Burceña, anteiglesia de Baracaldo
Paje

Partió de Sevilla la expedición el 10 de agosto de 1519. Hizo escala en Sanlúcar de Barrameda, de donde zarpa del 20 de septiembre de 1519, en una expedición compuesta por las naves Trinidad, nave capitana al mando de Magallanes, Victoria, San Antonio, Concepción y Santiago.

Juan Sebastián Elcano





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miércoles, 25 de noviembre de 2015

Las leyes de Burgos

25 de noviembre de 1.578. 
Felipe II ordena a los obispos americanos que castiguen a los clérigos que maltratan a los indios.

Hay que remontarse al pasado, para comprender la trayectoria de las leyes de Burgos.  

Estas ordenanzas para el tratamiento de los Indios fueron las primeras leyes que la Monarquía Hispánica dictó para su aplicación en las Indias o el Nuevo Mundo o América con el fin de organizar su conquista, que fueron firmadas por el Rey Católico Fernando II, el 27 de diciembre de 1512, en la ciudad de Burgos, para el gobierno de los naturales, indios o indígenas y que fueron el resultado de la primera junta de teólogos y juristas, en donde se discutió y se concluyó -continuándose la tradición medieval que priorizó la evangelización del indio - que el Rey de España tenía justos títulos de dominio del continente americano y que el indio tenía la naturaleza jurídica de hombre libre con todos los derechos de propiedad, que no podía ser explotado pero como súbdito debía trabajar a favor de la corona –a través de los españoles allí asentados- para lo que fueron creadas dos instituciones indianas: el requerimiento y la encomienda.

La Junta de Burgos
Las Leyes de Burgos recogieron en ordenanzas las conclusiones adoptadas por una reunión de teólogos y juristas, conocida como Junta de Burgos, que había sido convocada por el rey Fernando el Católico como respuesta al famoso sermón pronunciado por el fraile dominico Antonio de Montesinos, quien en 1511 denunció las condiciones sociales y los abusos a que eran sometidos los indígenas del Nuevo Mundo por parte de numerosos encomenderos de La Española.

Estas leyes establecieron una serie de principios que fueron el basamento del derecho indiano:
  1. ·        Los indios son hombres libres.
  2. ·        Los Reyes Católicos son señores de los indios por su compromiso evangelizador.
  3. ·        Se podía obligar a los indios a trabajar con tal de que el trabajo fuese tolerable y el salario justo, aunque se podía pagar en especie y no en dinero.
  4. ·        Se justifica la guerra de conquista si los indios se negaban a ser cristianizados o evangelizados para lo que se creó la institución del Requerimiento.


El rey Católico encargó a los dos más destacados representantes de la junta que fijasen su posición en sendos tratados:
  • ·        Juan López de Palacios Rubios, consultor de la corte para temas indianos, en su Libellus de insulis occeanis quas Indias vulgus apellat, fue el más sólido defensor del argumento teocrático que justificaba la concesión papal a través de las Bulas Alejandrinas
  • ·        Matías de Paz, catedrático de teología en la Universidad de Salamanca, en su obra De dominio regum Hispaniae super indos, si bien no menos teocrático, insistió en la necesidad de informar a los indios de los derechos del rey de Castilla con un requerimiento antes de su sometimiento pacífico o a través de la guerra.

La Junta de 1512 se caracterizó, pues, por dos planteamientos jurídico-teológicos enfrentados:
  1. 1.     Uno estableció la supremacía del derecho sobrenatural o espiritual hasta invalidar el derecho natural: los paganos podían, por tanto, ser sometidos a la fuerza pues el pecado original hacía que el hombre perdiese sus derechos.
  2. 2.     El otro, tomista, determinó una independencia de lo sobrenatural de lo natural: no se podían quitar al hombre sus atributos naturales, de derecho político, de propiedad y de determinación cultural, que siempre le acompañan pues el pecado original no invalidaba los derechos del hombre.

Se especuló con diversas soluciones, incluso partidarios de este segundo planteamiento defendieron que se daban causas para una guerra justa contra los indios, para así imponer el dominio español -ideando para ello el requerimiento- sosteniéndose, en definitiva, que hacer la guerra a los indios era justo porque se trataba de mejorar su situación, al menos la espiritual.
Esa controversia inicial se resolvió con un compromiso recogido en las Leyes de Burgos que legalizaron el trabajo forzoso de los indios, si bien limitándolo y humanizándolo.

Las Leyes de Burgos y su aplicación
El ámbito de implantación de las Leyes de Burgos comenzó por la isla de La Española, para extenderse más tarde a las islas de Puerto Rico y Jamaica. Posteriormente se aplicarían en tierra firme (actual Venezuela) por iniciativa de Fray Pedro de Córdoba.
Si bien las ordenanzas autorizaron y legalizaron la práctica de los repartimientos de indios en encomienda a los colonizadores españoles a razón de un mínimo de 40 y un máximo de 150 individuos, se esforzaron en establecer una minuciosa regulación del régimen de trabajo, jornal, alimentación, vivienda, higiene y cuidado de los indios con un sentido tuitivo, altamente protector y humanitario.
Las leyes prohibieron terminantemente a los encomenderos la aplicación de todo castigo a los indios, el cual se reservaba a los visitadores establecidos en cada pueblo y encargados del minucioso cumplimiento de las leyes. Las mujeres embarazadas de más de cuatro meses eran eximidas del trabajo.
Este conjunto de leyes tuitivas que la corona de España dictó hacia los naturales fue un importante adelanto y también precedente para el derecho del trabajo que se 
consolidó recién a nivel global en el siglo XX.



Las ordenanzas, imbuidas del catolicismo imperante en la corte española, impulsaron la evangelización de los indios y ordenaron su catequesis, condenaron la bigamia y les obligó a que construyeran sus bohíos o cabañas junto a las casas de los españoles. Los indios debían trabajar 9 meses al año para los españoles y los 3 restantes en sus propios terrenos, también se justificaba la guerra a los indios si los mismos se negaban a ser cristianizados y para el mismo fin se creó una institución llamada El Requerimiento. La conquista se justificaba si los indios se negaban a ser evangelizados.
Esta normativa altamente protectora de los indios tuvo incumplimientos, registrándose una multitud de casos, los que originaron -desde el momento mismo de su implementación- numerosas reclamaciones y protestas.


A pesar de las ordenanzas la población indígena de las Antillas siguió disminuyendo principalmente a causa de las enfermedades; sin embargo, algunos sacerdotes -como Bartolomé de Las Casas- creyeron que ello se debió a las condiciones de trabajo a las que eran sometidos los indios, teoría que utilizaron para lograr el respaldo de sus tesis protectoras. La situación resaltó aún más la polémica en la época, mantenida especialmente por los componentes de la Escuela de Salamanca, especialmente fray Francisco de Vitoria, en su obra De indis, quien en 1532, expresó los Justos Títulos de la conquista y que más adelante fueron precisados en la Junta de Valladolid.